Y es que es así, somos así de tontas, infantiles y estúpidas. Que si se nos ponen un príncipe azul y un capullo delante, vamos a elegir al capullo. Es ley de vida, por mucho que digamos, no queremos ni flores de colores ni mariposas revoloteando a nuestro al rededor. Buscamos lo prohibido, lo peligroso, lo que sabemos que va ha hacernos daño. Digamos que es porque lo prohibido es tentador y lo peligroso atractivo. Nos gusta que nos hagan sufrir y que luego vengan a pedirnos perdón sabiendo que volverán a repetirlo. Y sí, somos tontas sabiendo que lo que nos gusta es lo que va a hacernos daño. Pero es así y lo seguirá siendo. Lo seguirá siendo hasta que uno de esos capullos se enamore, se enamore y se convierta en un príncipe azul.
Digamos que al fin y al cabo sigue siendo la misma historia de siempre: el sapo, después de muchos besos, siempre se termina convirtiendo en príncipe, ¿no?