-¿Cómo describirlo?- dijo ella con una enorme sonrisa en el rostro- Fue precioso. Caminábamos hacia abajo, dirección al mar. Sus enormes y preciosos ojos no hacían más que mirarme mientras yo, como era habitual, no paraba de hablar. Él sonreía todo el tiempo. Supongo que pensaría: "Ella es así, tan divertida como siempre." Él reía mis gracias y yo las suyas. Simplemente éramos él y yo. El resto del mundo ya no importaba, nos teníamos a nosotros y no necesitábamos nada más. Miles de tonterías salían de nuestros labios, a cada cual, más loca. Seguimos nuestro caminos, divertidos como siempre, hasta que llegamos al final. Un día más, llegaba la despedida. Lo odiábamos, ese parque significaba el "hasta mañana", y eso no me gustaba nada. Lo quería conmigo las 24 horas del día. Me acompañó al portal de mi casa y me miró fijamente a los ojos. Cuanto más los miraba, más bonitos eran. Tenían un brillo natural. Increíbles. Eran increíbles. Y me miraban, me seguían mirando. Sus dedos me acariciaban los cachetes haciéndome sonreír. Lentamente se fue acercando a mi cara y pude sentir su respiración. Me besó. Un beso increíble. Un beso suyo que, después de tanto tiempo por fin se había decidido a darme.
-¡Bueno, cuenta! ¿y qué pasó luego?
-¿Que qué pasó? Pues que me desperté y me di cuenta de que él no estaba conmigo.